Pensar, después de Darwin, impide pensar como si Darwin no hubiera existido. Obliga a situar las cuestiones científicas, filosóficas y teológicas en un nuevo terreno de juego con reglas diferentes. Implica atreverse a pensar en serio el hecho de la contingencia radical de la naturaleza, incluida la naturaleza humana. Pero supone también ir más allá de Darwin, incorporando las aportaciones recientes de las ciencias empíricas que corroboran, a la vez que corrigen y enriquecen, el darwinismo originario.
La teoría evolutiva debe, por una parte, abrirse a nuevas formulaciones, incorporando teorías actuales que ...